De lo que tengo ganas

Que lástima que uno no pueda hacer lo que le de la gana. Estar obligado a hacer lo que uno no quiere me parece una desgracia. Pero de algo hay que vivir. No podemos estar en este mundo si no ganamos dinero. Precisamente esa necesidad pecuniaria nos obliga a hacer lo que no queremos. No es que no me guste lo que hago, lo que pasa es que a veces quiero hacer otra cosa. Quizá los que se cagan de dinero tengan ese privilegio. Quizá Bill Gates. Aunque no lo creo, de alguna forma tuvieron que conseguir todo ese billete y de alguna forma tienen que mantenerlo. Uno que, sí, no se preocupó por el vil metal fue el pintor Humareda. Digo yo, no. Hasta dónde he leído (no mucho, por cierto), a este artista le importaban poco las condiciones en las que vivía con tal de hacer lo que le gustaba (frecuentar putas, entre otras cosas). Pero realmente vivía muy mal, económicamente hablando. Prácticamente en la miseria. Si la condición para hacer lo que uno quiere es vivir de esa manera prefiero aguantarme y seguir refunfuñando. Creo que el quid del asunto es juntar las dos cosas: ganar dinero haciendo lo que a uno le da la gana. Pero, qué ocurre cuando a uno le dan ganas de hacer cosas tan diversas, como es mi caso. Por ejemplo, ahora debería estar trabajando en lugar de escribir esta huevada, que a lo mejor nadie leerá. No faltará quién diga: todo tiene su momento, a cada día su propio afán, hay que tener disciplina, etcétera. Si pues es verdad, pero jode. Es que acaso la única forma de vivir bien, materialmente hablando; es con trabajo, disciplina, voluntad y perseverancia. Excluyendo a los delincuentes de mierda, a los que se ganan la tinka y a los políticos, será esa la única forma de hacer dinero. Después sigo con estas reflexiones, ya son las cinco y debo avanzar.